Por Javier Ureta y Dang Qi
SANTIAGO, 19 nov (Xinhua) -- El candidato de derechas Sebastián Piñera se quedó con un sabor agridulce tras la primera ronda de las presidenciales de Chile, en las que cosechó un resultado inferior al pronosticado por las encuestas.
Piñera, por el Chile Vamos, obtuvo 36,64 por ciento de votos con el 99,74 por ciento de las mesas escrutadas, muy inferior al 40 por ciento de los intentos de voto en los sondeos, ni hablar del pronóstico de algunos analistas de que podría ser elegido ya en la primera vuelta.
En cualquier caso, Piñera confirmó su presencia en la segunda ronda, que se celebrará el 17 de diciembre, y en la que sigue partiendo como favorito ante el candidato de centroizquierda, Alejandro Guillier, pese a que su ventaja hoy ya no parece tan clara.
A favor de Piñera juega que los chilenos ya lo conocen (fue presidente entre 2010 y 2014) y que las líneas maestras de su programa se centran en la economía, un ámbito que capta fuertemente la atención de los ciudadanos del país austral.
Precisamente el recuerdo de su mandato puede empujar a los chilenos a volver a votar por él, ya que entre 2010 y 2014 la economía de Chile creció, aunque algunos analistas observan que este auge se debió a medidas tomadas por la Administración previa de Michelle Bachelet.
Otro de los factores, según explican los analistas, es que se imagina a Piñera como la antítesis de Bachelet: después de cuatro años con la mandataria al frente de Chile, reina cierta decepción con su gestión, por lo que el candidato de Chile Vamos puede salir reforzado.
También le restó votos la aparición del diputado de extrema derecha José Antonio Kast, que se llevó un 7,93 por ciento de apoyos que en otras ocasiones habían preferido la fiabilidad del exmandatario.
Además, la centroizquierda, que ha gobernado siempre -excepto en el primer Gobierno de Piñera- desde que volvió la democracia tras la dictadura de Pinochet (1973-1990), se presentó a estos comicios por separado por primera vez en su historia.
La Nueva Mayoría, que aupó a Bachelet y que en cierta forma es heredera de los gobiernos de concertación que gestionaron el Chile post Pinochet, se vio dividida entre el senador Alejandro Guillier, más escorado a la izquierda, y la líder de la Democracia Cristiana, Carolina Goic, que ocupa más el centro del espectro político.
Esta división de la izquierda favoreció a Piñera, que transmitió la sensación de que gran parte de la derecha estaba con él.
Sin embargo, el centro izquierda chileno ha sabido resistir el temporal: Guillier se presentó al final de campaña como el heredero de la Administración Bachelet y, con el 22,70 por ciento de los votos, cumplió con lo que se esperaba y se metió en segunda ronda.
Además, los resultados de otros potenciales aliados, como la propia Goic (5,88 por ciento) o el progresista Marco Enríquez-Ominami (5,71 por ciento) hacen que puedan mirar la segunda vuelta del 17 de diciembre con optimismo.
Y más si se tiene en cuenta la enorme sorpresa que dio la candidata del conglomerado de izquierdas Frente Amplio, Beatriz Sánchez, que casi sobrepasa al propio Guillier al anotarse un 20,27 por ciento del voto, muy por encima del 10 por ciento que le daban los sondeos.
Sánchez se convierte de esta forma en una figura clave del tablero político y obliga a la centroizquierda clásica a un profundo examen de conciencia que le permita averiguar qué ofrece la candidata del Frente Amplio para haberse hecho con muchos de sus apoyos tradicionales.
Ahora se abre un escenario en el que la palabra clave es persuasión, ya que Piñera y Guillier tendrán que seducir a otros votantes para optar al palacio presidencial de La Moneda.
A priori, los pactos parecen más proclives para el candidato de izquierda: Enríquez-Ominami pidió a sus votantes que elijan a Guillier en segunda ronda y Goic aceptó su derrota sin paliativos.
Pero el verdadero esfuerzo de Guillier tendrá que venir en la seducción del electorado de Sánchez, que se llevó el apoyo de la izquierda joven que siente desencanto con la política en general y con la izquierda tradicional en particular.
Por su parte, Piñera tendrá que luchar por que la extrema derecha se decida por darle su confianza en un momento en el que también tendrá que hacer guiños a los votantes más moderados de centro para poder hacerse con el poder de nuevo.
Aunque las encuestas aún mantienen que Piñera es el gran favorito de la segunda vuelta, sus resultados, que se pueden calificar como tibios, le obligan a retomar la iniciativa tras la gran noche de Beatriz Sánchez.