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Un hongo de 2.500 años ocupa casi lo mismo que el Vaticano

Actualizado a las 17/10/2018 - 09:24
Palabras clave:hongo,Vaticano

Una seta de la especie Armillaria gallica - Dan Molter (Wikimedia Comons)

Michigan, EE.UU., 17/10/2018 (El Pueblo en Línea) - Al pensar en los seres vivos más grandes de la Tierra, la mayoría pensamos en los elefantes o a las ballenas. Pero la naturaleza esconde gigantes secretos, como el hongo que vive bajo la tierra de Crystal Falls, en el estado de Michigan (EE.UU.). Un vegetal que se extiende en su parte subterránea por casi tanto como el Vaticano y que pesa en su conjunto más de 400 toneladas (lo equivalente a tres ballenas azules). Y, además, lleva vivo unos 2.500 años, según ABC.

Este hongo del género Armillaria gallica es mucho más grande de lo que se pensaba hace 25 años, cuando fue descubierto. Entonces se afirmó que medía 37 hectáreas (unos 51 campos de fútbol), pesaba 110 toneladas y contaba con un milenio y medio de edad, lo que supuso que se erigiera como el ser vivo más grande de la Tierra. Sin embargo, hace poco, científicos de las universidades de Toronto, Missouri (ambas en EE.UU.) y Carleton (Canadá) visitaron de nuevo a la longeva criatura para tomar 245 muestras diferentes y analizar su genoma. Los estudios corroboraron que, en efecto, se trataba de un único hongo cuyo peso y edad eran el doble de lo que en un principio se había estimado. Los resultados se están revisando en Biorxiv antes de su publicación completa en revistas especializadas.

El motivo de que se haya pasado por alto hasta ahora el enorme tamaño de este hongo del tipo Armallaria gallica se debe a que la parte visible, que corresponde al sombrero y tallo de la planta, en realidad es una porción muy pequeña de la misma. El micelio, una maraña de filamentos (llamados hifas) que en este caso se extiende por más de 350.000 metros cuadrados, supone el grueso de la planta, y es por donde se alimenta de la madera de los árboles, a los que van chupando la vida durante décadas e incluso después de su muerte. De hecho, el síntoma de que el hongo está bajo el terreno es la estela de árboles moribundos que deja a su paso, más que las características «setas de miel» que envía a la superficie.

Durante el estudio de las muestras recogidas, los investigadores pudieron determinar que se trataba de un mismo hongo cuyo ADN mostró una tasa de mutación muy lenta, lo que sugiere que su evolución es muy lenta. Esto quiere decir que ha podido sobrevivir en gran medida gracias a su posición subterránea, lo que hace que esté mínimamente influido por los cambios que se producen en la superficie.

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