BEIJING, 18 oct (Xinhua) -- En una reciente campaña de difamación sistemática contra China, Estados Unidos ha intentado colocar todo tipo de etiquetas al país asiático, inclusive llamó a su política externa de "expansionista".
Aparentemente, Washington precisa tomar lecciones de historia o ha elegido ignorar datos históricos que no cuajan con su narrativa de vapuleo a China.
Los valores culturales que han sostenido a la antigua civilización china implican la valoración de la paz, la harmonía y su compromiso con el bien común al mismo tiempo que el rechazo por la hegemonía. El expansionismo no está en la sangre de China ni en su agenda política.
Esta tradición viene desde la fundación de la República Popular China en 1949 y se ha incorporado profundamente en las directivas diplomáticas de Beijing en pos de promover la paz, el desarrollo y la cooperación mutuamente beneficiosa.
Esa misma tradición ha ayudado a poner a China en un camino de desarrollo y apertura pacíficos, respaldando el compromiso de su gobierno de no interferir en los asuntos internos de otros países, sino de trabajar con el resto del mundo para construir una comunidad con un futuro compartido para la humanidad.
Los esfuerzos concretos y las grandes contribuciones chinas a la paz y el desarrollo mundial no deben ser ignorados, mal interpretados o distorsionados.
Como un país responsable, China representa la segunda fuente de financiamiento para las misiones de paz de la ONU en el mundo, así como un país que más contribuye con su gente a las tropas de mantenimiento de la paz entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Prueba los dichos su propicio e insustituible papel a la hora de resolver el problema nuclear en la Península Coreana e Irán, así como asuntos en Myanmar, Afganistán, Siria y Sudán del Sur, entre otros.
Con una propuesta pacífica, China ha resuelto sus disputas fronterizas terrestres con la mayoría de sus vecinos y ha estabilizado la situación en el Mar Meridional de China.
También especialmente, la iniciativa de la Franja y la Ruta, propuesta por China hace cinco años y con la incorporación de más de 130 países y organizaciones, ha obtenido grandes éxitos, promoviendo el crecimiento local y elevando el bienestar de la gente. Líderes africanos han refutado tales acusaciones como "la depredación de recursos" o "la trampa de deudas" contra la iniciativa.
Los hechos hablan por sí mismos. Es justo decir que, mientras señaló a China con el dedo, Estados Unidos no ha podido ver que la política "América Primero" y la mentalidad de suma cero detrás de la misma han reducido al país a un estado egoísta.
En cuanto a la preocupación de la comunidad internacional, ciertamente es más perjudical que constructivo para el orden y la gobernanza mundiales que tal una superpontencia como Estados Unidos se haya retirado de instituciones y acuerdos internacionales, entre ellos el Acuerdo de París sobre cambio climático, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el acuerdo nuclear de Irán.
Además, se nota fácilmente que muchos problemas mundiales y regionales, como la inestablidad política, el terrorismo y la crisis inmigratoria, están basados en el egoísmo, la arrogancia y la irresponsabilidad de Estados Unidos.
La intromisión y la intimidación son parte de las acciones que utiliza Estados Unidos para mantener su dominación política, económica y militar en todo el mundo. Las calumnias de Washington contra China, no importa cuán noblemente redactadas sean, nunca pueden engañar a aquellas mentes sobrias.
Ya que China y Estados Unidos son las dos principales economías del mundo y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, una mala relación entre ambas partes no hace ningún bien a la paz, estabilidad y prosperidad global.
En la actual coyuntura crítica de sus relaciones, sólo alcanza con caminar hacia el otro y estrechar las manos para poder superar las dificultades y liderar al mundo hacia un futuro mejor. Es hora de que Washington tome una decisión sensata.