Madrid, 04/12/2018(El Pueblo en Línea) - A principios de la década de los 70, la especie de tortuga gigante Chelonoidis abingdonii, oriunda de las Islas Galápagos, se creía extinta. Los tres últimos machos encontrados a comienzos del siglo XX habían muerto, por lo que oficialmente este tipo de quelonio estaba inscrito en las listas de animales desaparecidos. Hasta que el 1 de diciembre de 1971, de forma inesperada, una pareja de científicos encontraron a Solitario George, quien significó la esperanza de su especie durante cuatro décadas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los investigadores, el 24 de junio de 2012 esta tortuga gigante moría sin dejar descendencia. Hoy, siete años después de su fallecimiento, Solitario George acaba de desvelar algunas de las claves de su extensa vida, más de un siglo, según ABC.
El secreto está en sus genes, que acaban de ser descifrados por investigadores de la Universidad de Yale (EE.UU.) y la Universidad de Oviedo, quienes han publicado este lunes un artículo en la revista « Nature Ecology & Evolution». El análisis, el primero que desentraña el genoma completo de Solitario George, indica que esta tortuga gigante poseía una serie de variantes relacionadas con la reparación del ADN, su respuesta inmune y la supresión de células cancerígenas, lo que sumado propició que este quelonio viviera tanto tiempo. Además, también se analizó el genoma de la atolón de Aldabra (Aldabrachelys gigantea), única especie viva de tortuga gigante en el Océano Índico, y que comparte un ancestro común que vivió hace 40 millones de años.
En concreto, el estudio resalta que las tortugas gigantes de la especie de George han desarrollado copias adicionales de genes que refuerzan el sistema inmunológico del animal o desactivan otros que le protegen de enfermedades asociadas a la vejez, como la diabetes. Además, encontraron similitudes al comparar el genoma de esta tortuga con el de personas centenarias.
Otro de los puntos que llama la atención del estudio es la resistencia de estos quelonios a dolencias como el cáncer, a pesar de que cuanto más grande y más longevo es el animal, más probabilidades tienen de padecer esta enfermedad. Sin embargo, en el caso de las tortugas gigantes estudiadas, los supresores de tumores estaban más extendidos que en otros ejemplares de menor tamaño.