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Una transición energética con un toque europeo

Actualizado a las 26/11/2019 - 14:31
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Nota del editor: Javier Solana es un antiguo alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, secretario general de la OTAN y ministro de Asuntos Exteriores de España. Actualmente es presidente del Centro Esade de Economía Global y Geopolítica y miembro distinguido de la Institución Brookings. El artículo refleja las opiniones del autor, y no necesariamente las opiniones de este medio.

Madrid, 26/11/2019 (El Pueblo en Línea) - Hacer frente al cambio climático es un desafío monumental, pero el líder de la potencia mundial más importante continúa lavándose las manos sobre el asunto. A principios de noviembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, notificó oficialmente la retirada de Estados Unidos del Acuerdo Climático de París, confirmando así una decisión que había anunciado en 2017. La notificación llegó tan pronto como el acuerdo lo permitió, y la retirada entrará en vigencia el día después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre de 2020. Estados Unidos se convertirá así en el único país del mundo que no es parte del pacto.

Todos los candidatos presidenciales demócratas de Estados Unidos han prometido que, si son elegidos, Estados Unidos se unirá al Acuerdo de París. Pero el problema es mucho más profundo, porque la administración Trump ha estado desmantelando sistemáticamente las regulaciones ambientales introducidas por el presidente Barack Obama. Afortunadamente, los continuos esfuerzos de los estados de EE.UU, las ciudades, las organizaciones de la sociedad civil y las empresas, junto con factores económicos como la competitividad del gas natural, han mitigado en parte el impacto negativo de las políticas de Trump. Sin embargo, está claro que Estados Unidos no podrá liderar la lucha contra el cambio climático mientras la administración Trump continúe ignorando y socavando la evidencia científica.

Mientras tanto, otros países están mucho más dispuestos a abrazar la causa. China, la potencia emergente más prominente del mundo, todavía tiene mucho margen de mejora en términos de protección del medio ambiente, pero ha estado haciendo esfuerzos notables para este fin. De hecho, incluso ha asumido un papel central en la diplomacia climática, junto con la Unión Europea.

El liderazgo europeo ha sido durante mucho tiempo un elemento básico de la campaña mundial para mitigar el cambio climático, y la UE ha demostrado reiteradamente su firme compromiso de acelerar la transición energética. La próxima Comisión Europea, bajo la presidencia electa Ursula von der Leyen, parece preparada para agregar aún más impulso a este esfuerzo.

La decisión de elevar la cartera climática a una de las tres vicepresidencias ejecutivas de la Comisión, bajo la dirección de la socialdemócrata Frans Timmermans, es un excelente comienzo. Timmermans estará a cargo de presentar, durante sus primeros 100 días en el cargo, un "Acuerdo Verde Europeo", que debería proporcionar la base para que Europa se convierta en el primer continente neutral en cuanto al carbono. Esta estrategia general implica que la nueva comisión deberá garantizar un alto nivel de coordinación entre sus departamentos para que todos trabajen en la misma dirección.

Al igual que el llamado “nuevo acuerdo verde” defendido por los principales demócratas estadounidenses, el Acuerdo Verde Europeo tendrá una marcada dimensión social. Por razones de equidad y pragmatismo, la transición energética no puede estar reñida con el crecimiento económico. Cualquier propuesta que implique una reducción masiva de la producción y el consumo es políticamente inviable y está condenada al fracaso, tanto en las economías avanzadas como, aún más, en los países en vías de desarrollo.

En el corazón de la agenda climática europea está el imperativo de emprender una "transición justa". Esto significa ayudar a aquellas personas y regiones, como los trabajadores en las áreas mineras, que son particularmente vulnerables a los profundos cambios necesarios en nuestros sistemas de energía. Establecer un "Fondo de Transición Justa", una idea que von der Leyen ha adoptado, podría facilitar que todos los estados miembros de la UE se comprometan a convertirse en neutral en cuanto al carbono para 2050. Hasta ahora, la oposición persistente de Polonia, Hungría y la República Checa ha creado un consenso sobre este asunto.

Superar estos obstáculos es esencial, al igual que la necesidad de que los gobiernos de la UE acuerden, lo antes posible, la próxima ronda de contribuciones voluntarias de la Unión Europea en virtud del Acuerdo de París. Todas las partes del acuerdo están obligadas a presentar sus nuevas contribuciones antes de que finalice el próximo año. Si la UE actúa rápidamente y adopta un objetivo ambicioso para reducir las emisiones para 2030, se puede alentar a otros países a hacer lo mismo.

Obviamente, los objetivos ambiciosos no son suficientes: la UE también debe crear las condiciones necesarias para cumplirlos. Aquí, el bloque puede aprovechar el Banco Europeo de Inversiones, que von der Leyen ha propuesto convertir en parte en un "banco climático". El BEI ya es el mayor inversor multilateral en proyectos relacionados con el clima, y planea canalizar al menos el 50% de su financiamiento a la acción climática y la sostenibilidad ambiental para 2025. Además, el banco confirmó recientemente que, desde finales de 2021, ya no considerará nuevos fondos para proyectos de energía de combustibles fósiles sin cesar. Este cambio trascendental permitirá al BEI dedicar más recursos a la energía verde y explorar opciones de mitigación como la captura y el almacenamiento de carbono.

Además, la UE está trabajando para clasificar las actividades económicas y los productos financieros de acuerdo con su "ecología". Esta taxonomía reguladora será extremadamente útil para los inversores, ya que limitará la práctica de hacer pasar algunos productos como verdes cuando realmente no lo son. Si la UE logra crear una taxonomía sólida y confiable, podría establecer un estándar global, algo que hoy nos falta.

El liderazgo de la UE con el ejemplo en la lucha contra el cambio climático es, sin duda, motivo de celebración. La oferta del gobierno español para organizar la próxima cumbre climática anual de las Naciones Unidas, COP25, es una prueba más de este liderazgo. Después de que Chile, el anfitrión original de la conferencia, declinara celebrarla debido a los disturbios civiles en curso en el país, España intervino. La cumbre de diciembre ahora tendrá lugar en Madrid, bajo la presidencia de Chile.

Esta solución, ideada a contrarreloj, simboliza la voluntad política y el espíritu de colaboración con el que debemos enfrentarnos a la crisis climática. Cuando se trata del desafío colectivo de la descarbonización, han surgido tres verdades inequívocas: tenemos un largo camino por recorrer, no estamos progresando tan rápido como es necesario, y la única forma de alcanzar nuestro objetivo es si cada país cumple su parte.

Fuente: CGTN

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