LHASA, 23 nov (Xinhua) -- Los tibetanos acostumbran desde hace siglos dejar a los difuntos en las cimas de las montañas para exponerlos a las aves carroñeras.
El ritual es conocido como entierro celestial y es una manera ecológica de despedir a los finados. La región autónoma del Tíbet, en el suroeste de China, está haciendo esfuerzos por hacer más ecológica esta antigua práctica.
En torno al 80 por ciento de los funerales tibetanos se realizan mediante el rito celestial. Los cuerpos son devorados por los buitres y las ropas de los muertos son quemadas al aire libre o enterradas.
El gobierno local ha comenzado a instalar hornos modernos en los lugares de entierro celestial para quemar ropas, sábanas y otras posesiones materiales de los difuntos y así dejar una menor huella medioambiental, según los funcionarios locales.
Hasta el momento se han instalado tres hornos en la región, entre ellos uno en el monasterio de Sera, en la ciudad de Lhasa, capital de la región.
Wang Dajun, funcionario del buró de asuntos civiles del gobierno regional, indicó que si los lugareños aceptan estas instalaciones, el gobierno extenderá su uso a los 156 principales emplazamientos de entierros celestiales de la región.
Para conservar la tradición del ritual, el gobierno chino ha destinado 380 millones de yuanes (57,6 millones de dólares) durante el periodo 2016-2020 para renovar estos lugares, lo que abarca la construcción de tanatorios, el montaje de barandas y la pavimentación de carreteras.
Los hornos están especialmente diseñados para el uso en el Tíbet, pues el aire es menos denso en la meseta y los sitios de entierro celestial están ubicados generalmente a alta altitud, sin agua ni electricidad, sostuvo Sun Zhiyong, miembro del comité técnico de los estándares nacionales de incineración.
Los hornos tienen generadores y son fáciles de montar y usar, según Sun.
El entierro celestial está profundamente arraigado en el budismo tibetano, que cree que la vida es cíclica y que el espíritu del difunto abandona el cuerpo en el momento de la muerte, por lo que el cuerpo sin vida es un contenedor vacío con el que alimentar a los buitres hambrientos como último acto de caridad.