WASHINGTON, 22 ago (Xinhua) -- China ha mostrado buena voluntad para solucionar su disputa comercial con Estados Unidos. Después de que el viceministro de Comercio y representante adjunto de Comercio Internacional de China, Wang Shouwen, aceptara la invitación estadounidense y liderara una delegación para reanudar las conversaciones, ahora la pelota se encuentra en la cancha de Washington para no hacer infructuoso este diálogo.
Las conversaciones de dos días merecen reconocimiento y perspectivas pues las dos mayores economías del mundo volvieron a sentarse a la mesa después de dos meses en que la confrontación ha escalado. Debido a las implicaciones en el crecimiento y la estabilidad financiera global, se espera que el deseo común para arreglar las actuales divergencias sea una cuestión de tiempo.
Se necesitan dos para bailar el tango. Cualquier fruto que salga de esta ronda de consultas requiere interacción y que un actor se ponga en los zapatos del otro. Para China esta no es una vía de una sola dirección.
Aunque la invitación de Estados Unidos a China para el encuentro demuestra su disposición a alcanzar pactos, "el espíritu de la negociación" se basa más en conceder que en regatear.
La estrategia de ejercer presión máxima, caracterizada por la lógica de "a mi manera" y la mentalidad de suma cero, ha probado ser infructuosa para China, y arriesga a ofrecer una perspectiva sin ganadores.
Las conversaciones comerciales previas entre los dos países han ofrecido abundantes lecciones para que ambos eviten malentendidos y errores de juicio y aprovechen esta oportunidad de negociaciones, lograda con esfuerzo.
Se requiere un enfoque más sensato por parte de Estados Unidos que privilegie el entendimiento mutuo sobre la presión unilateral. Un resultado aceptable para las dos partes en esta ronda de conversaciones depende del esfuerzo de los dos, con ambos conociéndose en el camino.
Además, como dice el refrán, Roma no se construyó en un solo día. Las diferentes fases de desarrollo entre China y EEUU hacen inalcanzable una solución rápida en asuntos como el acceso al mercado. Las amplias áreas de intereses encontrados, obligan a las partes a la paciencia y a buscar un punto común mientras arreglan sus diferencias.
El éxito de las discusiones también requiere el reconocimiento mutuo de una lista de problemas prioritarios. No obstante, Washington permanece cerrado en este aspecto, dado que autoridades de EEUU como la Casa Blanca, el Departamento del Tesoro y la Oficina de Representantes Comerciales tienen intereses contrarios a sus prioridades con China.
Como lo escribió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su libro sobre hacer tratos, "el punto es que no puedes ser demasiado codicioso". Los dos lados deberían por lo tanto definir sus principales preocupaciones en esta ronda de diálogos y esbozar una hoja de ruta en un intento por encontrar una salida al estancamiento actual y hacia una solución final de los problemas.
Además, dado que la confiabilidad no tiene comparación en ninguna negociación, Estados Unidos debe estar listo para retomar sus compromisos y no renegar de ellos, si realmente le interesan.
Cualquier fruto del diálogo bilateral se malogrará si Washington falta a su palabra como lo ha hecho antes. La credibilidad para un estado equivale al carácter para un ser humano. A un país debe interesarle que los demás no pierdan la fe en él.
Mientras reflexiona sobre su estrategia comercial en China, Washington no puede pasar por alto los llamados de las industrias estadounidenses afectadas o que se verán golpeadas por su actual enfrentamiento con China.
Se han emitido alertas sobre los efectos negativos de las tácticas estadounidenses como la interrupción de la cadena de suministro global, la desventaja del sector privado estadounidense, la pérdida de empleos y el daño a los intereses de los consumidores, temas que han dominado las audiencias públicas de seis días, en las cuales los negocios e industrias hacen comentarios sobre los araranceles propuestos a las importaciones chinas por 200.000 millones de dólares.
De hecho, la táctica arancelaria unilateral nunca ha prosperado en la historia de EEUU. Los efectos indirectos de una confrontación comercial con la segunda economía más grande del mundo serán, desde todos y cada uno de los aspectos, más mordaces de lo que Washington puede imaginar.
La bravuconería de Washington y el ultimátum de ahora o nunca solo acortará la posibilidad de un diálogo productivo. Estados Unidos debería revisar racionalmente las relaciones comerciales con China, buscar una solución en la que ambos ganen a través de una negociación equitativa y salvaguardar conjuntamente el sistema de comercio multilateral abierto y basado en reglas.