Por Wang Haiqing
BEIJING, 18 sep (Xinhua) -- La península coreana está siendo testigo de otro paso hacia la mejora de las relaciones entre Pyongyang y Seúl, con el máximo líder de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), Kim Jong Un, y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, preparados para celebrar el martes por la tarde su tercera cumbre este año.
Sin embargo, en esta ocasión el encuentro no tendrá lugar en la aldea de la tregua de Panmunjom, donde se realizaron las primeras dos cumbres Kim-Moon, sino en la capital de la RPDC, lo cual puede interpretarse como una señal de creciente confianza mutua.
El cambio de escenario supera un gesto simbólico y refleja la buena fe entre las dos Coreas para tratar de lograr estabilidad y paz duraderas en la península, con los esfuerzos encabezados por sus líderes. En otra señal de la buena fe, Kim recibió a Moon este martes en el Aeropuerto Internacional de Pyongyang.
A pesar de la falta de una agenda detallada de la cumbre, se sabe que Moon tiene en su viaje a Pyongyang dos importantes objetivos: por un lado, continuar desarrollando las relaciones intercoreanas, y por el otro, impulsar el estancado diálogo RPDC-EEUU sobre la desnuclearización.
En cuanto a las relaciones intercoreanas, un elemento notable de la delegación de Moon radica en que está integrada no solo por altos funcionarios y políticos, sino también por líderes empresariales. Esta es claramente una continuidad de sus anteriores conversaciones sobre el campo económico, que resuena con la decisión adoptada por Pyongyang en abril de poner en marcha una construcción económica estratégica.
Las dos Coreas han establecido una oficina conjunta de enlace en la ciudad fronteriza de Kaesong, en la RPDC, abriendo un canal de comunicación integral que será la "cuna de la coprosperidad coreana", según lo describieron funcionarios surcoreanos en la ceremonia de inauguración.
Corea del Sur también ha aprobado un plan para ofrecer aproximadamente 122.800 millones de wones (109,5 millones de dólares) como indemnización a las compañías que han sufrido pérdidas debido a las restricciones gubernamentales al comercio con la RPDC.
Para demostrar su buena voluntad, Pyongyang, por su parte, se ha esforzado por convertir la primera cumbre entre Kim y Moon en el núcleo de sus recientes celebraciones con motivo del aniversario de la fundación de la RPDC, con la declaración conjunta y fotos de la reunión histórica expuestas en carrozas. El desfile militar también mostró un arsenal más reducido, caracterizado por armas solo de tipo convencional.
Sobre la base de lo ocurrido, podemos afirmar que la península coreana ya no se encuentra al borde de la guerra, y se deben reconocer los esfuerzos realizados por Pyongyang y Seúl durante los últimos meses por reducir las tensiones y fomentar la distensión.
No obstante, para lograr la desnuclearización y una paz duradera en la península se necesitan los esfuerzos concertados de todas las partes involucradas, pero todos conocemos que la clave de la solución final consiste en la normalización de las relaciones entre Pyongyang y Washington.
La evidente falta de progreso en el diálogo entre la RPDC y EEUU desde la cumbre de Singapur ha dejado a todo el mundo preguntándose si la reunión, elogiada efusivamente por el presidente estadounidense, Donald Trump, ha logrado, de hecho, algún avance.
Como para protestar la falta del progreso sobre el tema, Washington canceló la visita a Pyongyang del secretario del Estado de EEUU, Mike Pompeo, programada para finales de agosto, solo un día después del anuncio oficial de la visita.
Sin tener en cuenta los problemas causados por sus acciones inflexibles sobre este tema, Washington ha culpado en las últimas semanas a otros por el estancamiento del diálogo con la RPDC sobre la desnuclearización.
Para romper el punto muerto actual, Estados Unidos necesita mirar hacia dentro, en vez de hacia fuera, y reconsiderar sus acciones sobre el tema de la desnuclearización en vez de realizar acusaciones infundadas contra otros.
Como defensor a largo plazo de la paz y la estabilidad en la península coreana, China quiere ver que las partes relevantes, incluyendo Pyongyang y Washington, se sientan a dialogar para buscar una solución al problema de seguridad que ya se ha extendido durante décadas.
Al final es la voluntad a comprometerse lo que pavimenta el camino hacia un buen acuerdo, y no las amenazas de "presión máxima", ni las acusaciones contra otros.