BEIJING, 16 oct (Xinhua) -- En la última ronda de desprestigio contra China, EEUU ha recurrido una vez más a acusaciones trilladas como la "transferencia forzada de tecnología" y el "robo de propiedad intelectual".
Estas denuncias están muy lejos de los hechos, y son insultantes para los logros tecnológicos de China. Suponen nada más que un pretexto para obstaculizar el ascenso del mayor país en desarrollo del mundo.
El significativo desarrollo científico y tecnológico de China no permite ninguna infravaloración. Se ha conseguido gracias al duro trabajo de generaciones y generaciones de investigadores chinos, y se ha beneficiado de años de cooperación internacional bajo la política de apertura del país.
China, de hecho, ha aprendido mucho de los países desarrollados, al igual que lo hizo EEUU, desde el siglo XIX a la Segunda Guerra Mundial, cuando atrajo a talentos de todo el mundo y adquirió tecnología de Europa.
Hoy día, EEUU supera a otros países en investigación básica, mientras que China es excelente en la investigación aplicada. Es el resultado razonable de los respectivos puntos fuertes de los dos países en talento, mercados y otros recursos.
Sin embargo, en un importante discurso sobre la política de Washington hacia China, pronunciado este mismo mes, el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, recicló la acusación repetidamente desmentida de que China ha obligado a las compañías extranjeras a transferir su tecnología y ha robado propiedad intelectual.
La acusación es tan infundada que ni algunos en EEUU la creen. Larry Summers, exsecretario de Tesoro estadounidense bajo la Administración de Bill Clinton y asesor económico de Barack Obama, indicó el pasado mes de junio que el progreso tecnológico de China proviene de "los excelentes empresarios que se benefician de las enormes inversiones gubernamentales en ciencia básica", y de "un sistema educativo que privilegia la excelencia, se concentra en la ciencia y la tecnología ... no de su participación en algunas compañías estadounidenses".
En una reciente audiencia, celebrada por la Oficina del Representante Comercial de EEUU, acerca de los propuestos impuestos sobre los productos chinos, muchas compañías estadounidenses testificaron que nunca se han visto obligadas a transferir tecnología a las entidades chinas.
Además, a la vista de la comunidad internacional, China ha logrado grandes avances en la formulación y la mejora de sus leyes y regulaciones sobre la protección de los derechos de la propiedad intelectual (IPR, según siglas en inglés) durante los últimos años.
El director general de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, Francis Gurry, dijo solo hace dos meses que, durante los últimos 40 años, China ha establecido un sistema de alto nivel de protección de los IPR que considera los derechos de la propiedad intelectual como la fuerza motriz para la innovación y el desarrollo económico, y trata a las compañías chinas y extranjeras por igual.
Sin ninguna duda, la transferencia de tecnología abunda entre las entidades chinas y extranjeras, pero está arraigada en la búsqueda del máximo beneficio por parte de los involucrados en la transferencia.
En realidad, las compañías estadounidenses han conseguido enormes ganancias en China durante los últimos años, gracias a la transferencia y licencia de tecnologías. De acuerdo con el Buró de Análisis Económico de EEUU, China pagó 7.950 millones de dólares en 2016 y 8.760 millones de dólares en 2017 a EEUU en concepto de uso de propiedad intelectual.
Por lo tanto, tal denuncia contra las prácticas comerciales normales es una burla al espíritu del contrato. Más irónicamente, una de las armas frecuentemente usadas por Washington para frenar el desarrollo de otros países es la imposición de prohibiciones a la exportación de alta tecnología.
Informes de investigaciones acreditadas han indicado de manera repetida que si EEUU relajara sus estrictas restricciones impuestas sobre las exportaciones de alta tecnología a China, su déficit comercial se reduciría considerablemente. Pero Washington continúa siendo obstinado.
Como bien han señalado muchos, las actuales fricciones comerciales entre China y EEUU revelan la ansiedad de Washington por la creciente fuerza científica y tecnológica de China.
Este malestar es auto-infligido. Beijing está comprometido con el desarrollo pacífico y la cooperación de beneficio mutuo. Además, si China y EEUU, las dos principales economías del mundo y máximos inversores en investigación científica y tecnológica del planeta, unieran sus fuerzas, el mundo al completo se beneficiaría.
Por consiguiente, ya es hora de que Washington abandone su mentalidad de suma cero y emprenda, en cambio, el camino de la cooperación de beneficio recíproco.