La mejor manera de usar la inteligencia artificial para el desarrollo humano |
Por Michael Chui y Martin Harrysson
Beijing,14/01/2019(El Pueblo en Línea)-El interés que hoy rodea a la inteligencia artificial refleja no sólo cómo sus aplicaciones podrían transformar las empresas y las economías, sino también la esperanza de que puedan enfrentar dilemas como el cáncer y el cambio climático.
La idea de que la inteligencia artificial podría revolucionar el bienestar de las personas es obviamente atractiva. Pero, ¿qué tan realista es?
Para responder a esa pregunta, nosotros (en el Instituto Gobal McKinsey) examinamos más de 150 escenarios en los que se está aplicando la inteligencia artificial dentro de situaciones que podrían aplicarse para el bien social. Lo que encontramos es que la inteligencia artificial podría hacer una poderosa contribución para resolver muchos tipos de desafíos sociales, pero que no es una bala de plata. Si bien el alcance de la inteligencia artificial es amplio, los cuellos de botella y los riesgos en su aplicación deben ser superados antes de que se verifiquen beneficios a escala global.
La inteligencia artificial ya está cambiando la forma en que abordamos los desafíos del desarrollo humano. En 2017, por ejemplo, el programa de detección de objetos y las imágenes satelitales ayudaron a los rescatadores en Houston mientras navegaban entre las secuelas del huracán Harvey. En África, los algoritmos han ayudado a reducir la caza furtiva en zonas silvestres. En Dinamarca, los programas de reconocimiento de voz se utilizan en llamadas de emergencia para detectar si las personas que llaman están sufriendo un paro cardíaco. Y en el Massachusetts Institute of Technology Media Lab, cerca de Boston, los investigadores han utilizado un "aprendizaje de refuerzo" en ensayos clínicos simulados que involucran a pacientes con glioblastoma, la forma más agresiva de cáncer cerebral, para reducir las dosis de quimioterapia.
Además, esto es sólo una fracción de lo que es posible. La inteligencia artificial ya puede detectar signos tempranos de diabetes a partir de datos del sensor de frecuencia cardíaca, ayudar a los niños con autismo a controlar sus emociones y guiar a las personas con discapacidades visuales. Si estas innovaciones estuvieran ampliamente disponibles y utilizadas, los beneficios sanitarios y sociales serían inmensos. De hecho, nuestra evaluación asegura que las tecnologías de la inteligencia artificial podrían acelerar el progreso de cada uno de los 17 objetivos del desarrollo sostenible de las Naciones Unidas.
Sin embargo, para que alguna de estas soluciones de inteligencia artificial hagan la diferencia, su uso debe ampliarse a gran escala. Lo primero que debemos abordar son los obstáculos para el desarrollo y mitigar los riesgos que podrían hacer que las tecnologías de inteligencia artificial sean más perjudiciales que útiles.
Por el lado del desarrollo, la accesibilidad a los datos se encuentra entre los obstáculos más significativos. En muchos casos, los datos sensibles o comercialmente viables que adquieren las aplicaciones sociales son de propiedad privada y no se les ofrece a las organizaciones no gubernamentales. Y en otros casos, la inercia burocrática también mantiene los macrodatos útiles lejos de aquellos que los necesitan.
Los llamados desafíos de implementación de “la última milla” son otro problema común. Incluso en aquellos casos en que los datos están disponibles y la tecnología está madura, la escasez de científicos de macrodatos puede dificultar la aplicación de soluciones de inteligencia artificial. Una manera de abordar la escasez de especialistas es lograr que los que existen le dediquen más tiempo y recursos a causas de amplio beneficio. En este sentido, se debe alentar a los expertos de inteligencia artificial a que asuman proyectos probonos y sean recompensados por ello.
Por supuesto, también hay riesgos. Las herramientas y técnicas de inteligencia artificial pudieran -de forma intencional o sin quererlo- ser mal utilizadas. Por ejemplo, hay sesgos que se pueden incrustar en algoritmos de inteligencia artificial o en los conjuntos de datos, que a su vez pueden amplificar las desigualdades existentes cuando se utilizan las aplicaciones. De acuerdo a un estudio académico, las tasas de error para el programa de análisis facial no llegan al uno por ciento en hombres de piel clara. Sin embargo, para las mujeres de piel oscura asciende al 35 por ciento. Estos resultados plantean algunas preguntas importantes sobre la incidencia de prejuicios humanos en la programación de la inteligencia artificial. Otro riesgo obvio es el uso indebido de la inteligencia artificial por aquellos que intentan amenazar la seguridad física, digital, financiera y emocional de los individuos.
Las partes implicadas de los sectores público y privado deben trabajar conjuntamente para abordar estas cuestiones. Hay que aumentar la disponibilidad de los macrodatos. Por ejemplo, los funcionarios públicos y las empresas privadas deberían conceder un acceso más amplio a las organizaciones que deseen utilizar los macrodatos para iniciativas de bien público. De hecho, las empresas de satélites han participado en un acuerdo internacional que les compromete a proporcionar acceso abierto durante las emergencias. Este tipo de asociaciones, que dependen de los macrodatos, deben ampliarse para que se conviertan en una característica de las rutinas operativas.
La inteligencia artificial se está convirtiendo rápidamente en una parte invaluable de las herramientas para facilitar el desarrollo humano. Pero si el potencial de la inteligencia artificial busca crear el bien global, los gestores deben anunciarse con menos bombo y platillo y esforzarse más en eliminar los obstáculos que impiden dicha expansión.
Michael Chui es socio del Institute Global McKinsey.
Martin Harrysson es socio de la oficina de McKinsey & Company en Silicon Valley en el Proyecto Sindicato.