Nueva York,18/04/2019(El Pueblo en Línea) - Ha ocurrido en Connecticut, Estados Unidos. El estudio lo ha dirigido el neurólogo Nenad Sestand (catedrático de la Universidad de Yale) y sus resultados los ha publicado este miércoles la revista Nature. La investigación se ha hecho con 32 cabezas de cerdos de la industria cárnica. Las muestras proceden del despiece de las compañías porcinas, por lo que no se han sacrificado animales para el experimento. Un comité ético ha vigilado el proceso de manera estricta, destaca El Mundo.
Para lograrlo, han diseñado un circuito de perfusión que bombea a un cerebro aislado muerto una solución sintética de hemoglobina, con oxígeno, nutrientes y medicamentos de función citoprotectora. El dispositivo proporciona, a temperatura ambiente, el riego sanguíneo necesario y repara la anoxia. Así lo han mantenido durante 6 horas (10 horas desde la decapitación). Además, han desarrollado un mecanismo quirúrgico para diseccionar una parte del voluminoso órgano, hacerle pruebas, estudios de anatomía patológica y comprobar el efecto del procedimiento, sobre todo, en el hipocampo, la zona más sensible a la hipoxia.
Lo que han visto abre la puerta a las maniobras médicas de resucitación cerebral. La arquitectura interna de las células se ha conservado, la muerte celular se ha reducido, se ha restaurado la función molecular, la respuesta inflamatoria, la vascularización, la actividad sináptica espontánea y de la glía. En términos metabólicos, el cerebro muerto restaurado, consume el mismo oxígeno y nutrientes o libera la misma cantidad de dióxido de carbono que haría un cerebro vivo.
Sin embargo, en el encefalograma no se aprecian ondas cerebrales. Tampoco se han observado signos de consciencia. Que existan células vivas, no implica que el funcionamiento del cerebro sea correcto.
Aún así, los investigadores no están del todo seguros de no poder lograr reactivar, en un futuro, la función cerebral, ya que en la solución sintética sanguínea han utilizado un fármaco que bloquea la actividad neuronal. Esto forma parte del protocolo. Para continuar, necesitan el consenso científico y ético de la comunidad de expertos.
Devolverle la vida a un órgano muerto "es un camino inexplorado" que requiere, según han explicado los autores, unos conocimientos neurocientíficos más amplios antes de dar los siguientes pasos.