Lo llaman "Oso" y en varias calles de Bogotá sus creaciones decoran puertas y fachadas con diseños bien logrados que llaman la atención de los transeúntes.
Desde niño aprendió el uso de los espráis, el trazo de rostros, la combinación de colores y las tipografías para expresar ideas y sentimientos hasta que se ganó un espacio en el universo de los grafiteros de la capital colombiana.
Pero si el arte era su pasión, su vocación estaba en el cuidado de la ciudadanía. Por eso se convirtió en policía y hoy como subintendente de la institución conjuga las dos cosas que mejor sabe hacer para ponerle color a la convivencia y el desarrollo sano de la juventud en Colombia.
Su trabajo artístico forma parte de los programas de prevención al consumo de drogas desarrollados por la Dirección Antinarcóticos de la Policía colombiana.
Durante los ocho años que lleva en la institución ha recorrido todo el país visitando las comunidades más vulnerables para influenciar con su arte a los niños y adolescentes en riesgo de caer en el consumo de estupefacientes.
Aprendiendo su lenguaje y entendiendo sus dinámicas sociales, el subintendente Oscar González hace que los niños vayan hacia él para transformar con disparos de color las duras realidades sociales y los entornos muchas veces olvidados por el Estado.
"Esta idea parte de una habilidad, o de un don, si se puede decir, que yo tengo. Yo pinto desde hace 12 años y trato de vincular este arte que es el grafiti y trato de involucrar a los jóvenes para llamar su atención y hacerlos caer en cuenta del aprovechamiento del tiempo libre que puede ser con el deporte, la música y en este caso con el arte, y ha tenido gran acogida entre los jóvenes ya que el grafiti tiene muchísima fuerza a nivel mundial", dijo el subintendente a Xinhua.
La Dirección Antinarcóticos de la Policía colombiana ha logrado identificar que el consumo de drogas es uno de los principales factores que llevan a la desintegración de la familia y está ligado a otras problemáticas como la violencia intrafamiliar, la deserción escolar y el abuso sexual, entre otros.
Por eso ha delineado estrategias que buscan atacar las problemáticas desde el sector más afectado: la infancia. Con programas de escolarización y charlas pedagógicas permanentes en escuelas y colegios de regiones vulnerables, este departamento de la policía nacional aborda los efectos del tráfico y el consumo de drogas en los renglones de las principales víctimas sociales de este flagelo.
Estas estrategias forman parte del programa internacional de Educación para la Resistencia al Abuso y el Uso de las Drogas (DARE, por su sigla en inglés) y son socializadas anualmente en Estados Unidos junto a los principales proyectos de prevención desarrollados en 47 países del mundo incluidos en la iniciativa.
González asegura que es desde la prevención como la sociedad puede garantizar un futuro a todos sus individuos, "como dice un dicho, la prevención es la mejor inversión".
Si todos ponemos nuestro granito de arena, no solamente la policía sino la comunidad, los padres de familia, los profesores, los colegios, en unos años, porque esto es algo que no se mide hoy, ni mañana, se verá el resultado, indicó.
"Nuestros niños son nuestro futuro, allí está nuestro próximo presidente, el próximo alcalde, el próximo policía, el próximo soldado, el próximo periodista, el próximo doctor, entonces si nos unimos ahora para su bienestar, esto será muy valioso", agregó el policía y artista.
González imparte también clases que buscan generar conciencia en los niños, la búsqueda de sus talentos y la enseñanza de pasatiempos sanos que los conviertan en agentes positivos de la sociedad.
Comunidades como el barrio Quiba en el sur de Bogotá, una barriada de invasión conformada por cientos de casas hechas de lata y en la que habitan miles de habitantes desplazados, son los lugares donde opera este policía uniformado con vestimenta salpicada de pintura.
Con sus murales pintados sobre las paredes de lata, el "Oso" transmite mensajes de aliento para aquellas familias marginadas por la sociedad y que a pesar de no contar con la atención estatal ven con alegría cómo su entorno puede ser un poco más amable.
Acompañado de otros miembros de un colectivo internacional de grafiteros llamado Kimera Attack Crew, del que forma parte, el "Oso" busca también enaltecer el principio fundamental de un arte que ha sido perseguido y estigmatizado por la sociedad.
Dager, uno de sus colegas en el arte del grafiti, señala las consecuencias de plasmar este arte en las comunidades afectadas por el desarraigo y la pobreza, "después de hacer un grafiti con contenido positivo ya no será el día típico de los habitantes, ahora van a ver algo diferente en su barrio gris y van a tener una sonrisa por lo menos, esto es más que gratificante para nosotros".
Según Dager, para los grafiteros de este colectivo su arte trasciende los intereses económicos, "es más que recibir millones de pesos a costa de esto, nosotros pintamos más por nuestro placer que es llegar a la gente que vive con nosotros, que son de dónde venimos y para dónde vamos".
González asegura que los grafitis son realizados con permiso del habitante de las casas intervenidas, "nosotros no rayamos paredes, nosotros pintamos diseños con contenido optimista y con previa aceptación de la comunidad".
Que las paredes hablen y envíen mensajes positivos a los ciudadanos, que los niños aprendan a trazar caminos de colores alejados de la droga y que la pobreza tenga matices de dignidad, son las metas de este particular agente de la policía colombiana y de su colectivo de grafiteros a los que otros efectivos de la institución y muchos niños con inclinaciones artísticas ven como un ejemplo a emular.