Si Seúl piensa que el escudo antimisiles de Washington le ayudará a disuadir con eficacia las amenazas que plantea Pyongyang, está cometiendo un error estratégico.
Lo cierto es que a Estados Unidos no le importa si la República de Corea está segura o no, lo que verdaderamente quiere es un sistema de defensa antimisiles que le pueda garantizar su supremacía militar en la región de Asia-Pacífico y más allá.
Con el despliegue de cuatro sistemas de Defensa Terminal de Area a Gran Altitud (THAAD) en suelo estadounidense y la instalación de dos radares de banda-X en Japón, Seúl es ahora la única pieza que falta, y es por ello que desde 2012 Washington ha tratado sin cesar de llevar este escudo antimisiles a la República de Corea.
Nada más incorporarse al sistema THAAD, Seúl se convertirá en una herramienta útil de Washington, perdiendo así su autonomía en la elaboración y la ejecución de una política exterior independiente.
Además, los surcoreanos tienen que estar al tanto de que el sistema THAAD tendría una eficiencia muy limitada en contra de los misiles de la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
En términos técnicos, el sistema THAAD está diseñado para derribar misiles a una altitud relativamente elevada, de entre 40 y 150 kilómetros, mientras que los cohetes de la RPDC usualmente vuelan a unos 20 kilómetros de altura, lo que hace al escudo antimisiles de EEUU incapaz de interceptarlos, según opinan los expertos.
También se informó de que el sistema va a ser instalado en el condado de Seongju, a unos 300 kilómetros al sureste de la capital surcoreana, Seúl, una distancia ya superior al alcance efectivo de sus baterías. Eso significa que Seúl y sus alrededores, las zonas más pobladas del país, quedarán fuera de la protección del mismo.
Incluso si el sistema funcionase, sólo serviría para que Pyongyang lo mencionase como otra razón contundente para seguir desarrollando sus programas nuclear y de misiles. Si se da una escalada de tensiones, se prevé una carrera armamentística y la República de Corea sufrirá las consecuencias de una potencial guerra generalizada.
Asimismo, la polémica decisión de Séul socavará la confianza estratégica y la asociación que ha forjado con Beijing y con otros países de la región.
China se opone con vehemencia el despliegue del sistema THAAD en territorio surcoreano, alegando que este romperá el equilibrio estratégico en Asia Oriental y echará por tierra las posibilidades de manejar pacíficamente la cuestión nuclear de la Península de Corea.
Es necesario que Cheong Wa Dae reconsidere su decisión, ya que permitir el despliegue del sistema THAAD en la República de Corea provocará más problemas que los que pueda arreglar.
Se aconseja a las autoridades surcoreanas que suspendan el despliegue y se dediquen a la desnuclearización de la Península de Corea.