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Esfuerzos por convertir chispas de esperanza en llamas de progreso

Actualizado a las 18/12/2014 - 09:23
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BEIJING, 17 dic (Xinhua) -- Este miércoles es un día de luto y conmemoración en la República Popular Democrática de Corea (RPDC), pues hoy se conmemora el tercer aniversario de la muerte del antiguo máximo líder del país Kim Jong Il.

Si el pasado ofrece cierta orientación, es posible que este día se abra una nueva era en la historia de la RPDC, ya que fue después de un período de tres años de luto para Kim Il Sung, cuando Kim Jong Il se hizo con el poder de forma oficial.

En un momento tan especial como éste, es altamente aconsejable -y parece natural- que la RPDC transforme el dolor en agallas y se arme de una mayor sensatez y pragmatismo de cara al futuro: un país fuerte y próspero que conviva armoniosamente al lado de sus vecinos en una región que cuente con una paz duradera.

Sin embargo, un futuro de esta índole aún está lejos, dadas las actuales circunstancias. Para comenzar, la Península Coreana sigue sujeta a una peligrosa escalada de tensiones, lo que priva a la RPDC del entorno estable y favorable que necesita para conseguir un desarrollo económico sustancial y sostenible.

Resulta particularmente desgarrador el hecho de que la RPDC y la República de Corea, las dos mitades de una misma nación, técnicamente sigan en guerra seis décadas después del alto el fuego.

Una deprimente realidad de este tipo pide cambios con urgencia, y exige que ninguna de las partes se permita el lujo de desperdiciar oportunidades. Para los cerca de 75 millones de habitantes de la Península Coreana, una tierra con una superficie igual a la del estado estadounidense de Minnesota, un día más sin paz es un día más en que siguen siendo perseguidos por ruidos de cañonazos.

El camino futuro más viable es el de las conversaciones a seis bandas, que tienen como objetivo negociar una solución pacífica al quid de la cuestión de la Península Coreana, el tema nuclear.

El proceso a seis bandas, en el que participan China, la RPDC, Japón, Rusia, la República de Corea y Estados Unidos, se ha visto estancado durante años. No funcionaba bien mientras estaba en marcha, y por el momento los repetidos esfuerzos por reanimarlo han sido inútiles.

Se debe aprender de las lecciones, pero la gravedad de una situación como ésta que persiste durante décadas supone que los reveses del pasado no son excusas para que los países participantes se presenten pesimistas y condicionen las oportunidades futuras.

En realidad, se presenta una posibilidad en el horizonte, ya que una serie de señales han emergido recientemente, reavivando la esperanza de que las conversaciones a seis bandas estancadas largo tiempo puedan reanudarse pronto.

Durante la visita del alto funcionario de la RPDC Choe Ryong Hae, a Rusia el mes pasado, Moscú manifestó que ha recibido el compromiso de Pyongyang de que la RPDC está dispuesta a volver a la mesa de negociaciones sin precondiciones en base de una declaración conjunta histórica.

En el documento del 19 de septiembre de 2005, la RPDC se comprometió a abandonar todas las armas atómicas y programas nucleares existentes, mientras que Estados Unidos y la República de Corea prometieron no utilizar armas nucleares en la Península Coreana.

La propuesta, que la RPDC ha repetido durante años, podría parecer un tanto rancia, pero con un Pyongyang de fondo que es ahora visiblemente más activo y abierto en el frente diplomático, esto augura una nueva oportunidad que vale la pena aprovechar.

Aunque para mantener vivas las chispas de la esperanza se necesita que todas las partes demuestren buena fe y se dediquen a la interacción constructiva, ahora es principalmente turno de Washington.

La crónica falta de confianza entre la RPDC y Estados Unidos ha conducido comprensiblemente a Washington a tomar habitualmente las declaraciones de Pyongyang con un gran pellizco de sal, pero hay tiempo para saldar viejas cuentas.

Es imperativo y aconsejable que Washington y sus aliados recurran a cierta flexibilidad y reúnan el coraje político necesario para volver a la vía a las conversaciones a seis bandas tan pronto como sea posible, y transformar las chispas de la esperanza en llamas del progreso.

De todos modos, tienen que ser conscientes de que en sus cálculos políticos, lo que está al otro lado de la ecuación es la seguridad y el bienestar de todos que viven en la Península Coreana en particular, y en la región del nordeste asiático en general.  

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