América Latina mira con escepticismo pero también con esperanza al año 2017, tras un duro 2016 marcado por los cambios de Gobierno que se han producido en varios países de la región, la insatisfacción popular que hay en otros y la incertidumbre que se vive en Venezuela y Cuba.
La habitual alegría y buena esperanza de los latinoamericanos debe ayudar a sacar adelante una región que no vive su mejor momento económico.
La mejor prueba son los datos más recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que situaron la tasa de desempleo en América Latina y el Caribe en el 8,1 por ciento este año, la tasa más alta desde la década pasada, debido a la contracción que viven países como Brasil, Argentina o Venezuela.
En su gran mayoría, los países de América Latina y el Caribe aprovecharon la coyuntura externa favorable de precios de las materias primas y de las altas tasas de crecimiento de algunas de las principales economías del mundo, en particular de China, durante más de una década.
Ello, aunado a los bajos costos de endeudamiento por la abundante liquidez en los mercados internacionales de capital, les permitió tener un largo periodo de crecimiento económico, bajos niveles de inflación, reducción de la deuda pública, y mejoras en el ámbito social.
En los últimos años, aproximadamente a partir del 2013, la fuerte demanda de materias primas que propició una ola de inversión y un aumento del nivel de ingresos, cambió de dirección.
El entorno económico mundial se transformó con la caída de los precios de las materias primas, los avances significativos de recuperación de la economía de Estados Unidos y la desaceleración del crecimiento económico de China.
Estos factores externos, sumados a un encarecimiento del financiamiento externo y a unas perspectivas de menor entrada de capitales, contribuyen ahora a un menor dinamismo de las economías latinoamericanas, por lo que precisan desarrollar otras fuentes internas para impulsar el crecimiento económico.
La desaceleración económica ha provocado el descontentamiento de la población y ha supuesto cambios de gobierno en la región, que parece haber abandonado las políticas de izquierda progresista que dominaron América Latina en la última década para dar un paso hacia políticas más conservadoras y austeras.
Es el caso de Brasil y Argentina, donde Michel Temer y Mauricio Macri llegaron al poder, el primero tras la polémica destitución de Dilma Rousseff a manos del Congreso este año, y el segundo tras poner fin al gobierno del matrimonio Kirchner en Argentina.
En Brasil, Temer busca implantar un duro ajuste económico y fiscal para sacar adelante a la mayor economía de América Latina, que vive la peor recesión de su historia.
Para ello, el Gobierno ha aprobado un polémico decreto que limita el gasto público durante los próximos 20 años, intenta modificar el actual sistema de pensiones, aumentando la edad de jubilación hasta los 65 años, y recortando gastos para sanear las debilitadas cuentas públicas del país.
Temer, sin embargo, tiene que hacer frente además a las denuncias por corrupción que pesan sobre él y su gobierno, todas alrededor de la gigantesca trama de corruptelas en Petrobras y que han dejado su imagen bajo mínimos entre la sociedad. Al mismo tiempo, solo con la recuperación económica, el nuevo gobierno logrará la estabilidad.
En Argentina, el Gobierno Macri pide más tiempo para intentar sacar al país de la crisis. La "luna de miel" con la población, tras el primer año de mandato, ha terminado y se exigen ahora los resultados de las promesas electorales con las que ganó las elecciones.
Se espera que en 2017, la inflación empiece a bajar, el peso se estabilice con el dólar y las ayudas al campo y al sector empresarial empiecen a hacer efecto, con lo que Argentina saldría también de la recesión económica que vive.
En Paraguay, la gran incógnita es saber si el presidente Horacio Cartes logrará finalmente que se apruebe la modificación de la Constitución para que se permita a los mandatarios poder ser reelegidos.
En Uruguay, Tabaré Vázquez buscará frenar finalmente la inflación, mientras que en Chile, Michelle Bachelet intentará recuperar su índice de aprobación, tras un año marcado por los constantes escándalos que han debilitado su Gobierno y dado alas a la oposición.
2017 debe ser el año en que Pedro Pablo Kuczynski se afiance en la presidencia peruana, tras haber ganado en 2016 unas elecciones muy reñidas ante Keiko Fujimori.
Quien ya está afianzado es Evo Morales, que pese a sus habituales polémicas, ha logrado grandes logros en Bolivia, con mejoras económicas y sociales que ayudaron a millones de personas a salir de la extrema pobreza.
En Venezuela, una de las grandes incógnitas para este nuevo año es si continuará en su cargo el presidente Nicolás Maduro, cuyo gobierno enfrenta la creciente presión para celebrar un referendo revocatorio, tal y como pide la oposición, el aumento de la extrema pobreza y la habitual falta de alimentos y productos.
Otra de las incógnitas es el rumbo que tomará Cuba tras la muerte de Fidel Castro y la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos. El líder republicano ya avisó de que no es favorable a un acercamiento con el régimen cubano, algo por lo que sí ha trabajado el presidente saliente, Barack Obama, dibujando un panorama de apertura en la isla caribeña.
El efecto de las políticas de Trump planea sobre toda América Central, con la amenaza de expulsar a miles de inmigrantes ilegales y de construir un muro en la frontera con México, algo que le ha valido duras críticas de toda la comunidad internacional.
En Colombia, el avance de las negociaciones para la paz con las FARC, tras el sorprendente 'No' de la población, debe seguir marcando la pauta política y social de un país que ha logrado una gran estabilidad económica en los últimos años y que busca ahora consolidar la paz.
Por último, en Ecuador, Rafael Correa pondrá fin a 9 años en la Presidencia en las elecciones previstas para febrero, marcadas por la aprobación de la polémica ley que permite la reelección.
Correa deja un país dividido entre sus partidarios y sus detractores, y con una economía que, tras años de bonanza, se ha visto afectada este año por la fuerte caída de las inversiones y del consumo y que según las previsiones registrará una contracción del 2 por ciento este año.
Bajo esta situación bastante negativa en el año 2016, los países también están buscando nuevos caminos. En noviembre, se celebró la cumbre del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, cuando algunos países del continente analizan su cooperación con socios de la otra parte del océano Pacífico.
A finales de noviembre, China lanzó la nueva edición del Libro Blanco sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe, en el que subrayó la importancia de mantener intercambios y cooperación con esta región.
Argemiro Procopio, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia, considera que China lanza ese documento en un momento extremadamente oportuno. "Es algo que pocos países europeos hicieron. China tomó la delantera y es un hecho simbólico, porque América Latina está muy vinculada históricamente a Europa y a EEUU", recordó.
"China tiene una gran población que consume mucho más que antes, y Argentina y Brasil son grandes productores de soya, trigo y carne. La producción de petróleo de Venezuela, Brasil y México ayudará su dependencia del petróleo tradicional de Oriente Medio y Rusia".
"Por otra parte, América Latina necesita inversiones chinas para el mejoramiento de su infraestructura y tecnología, que son esenciales para el desarrollo económico. Así que el acercamiento de América Latina y Asia es de beneficio mutuo, y podría ser un camino para salir de la actual crisis", dijo.