Nueva York, 20/05/2019 (El Pueblo en Línea) - Un estudio publicado en Journal of Geophysical Research y elaborado por científicos de la Universidad de Rutgers, Estados Unidos, han confirmado que la ola de calor experimentada por la erupción del volcán Laki, ocurrida en Islandia entre 1783 y 1784, que se caracterizó por haber causado graves alteraciones climáticas y haber matado a casi 10.000 personas, no fue consecuencia de la erupción, sino resultado de variaciones intrínsecas del clima. Sin embargo, sí han afirmado que Laki hizo caer en casi tres grados centígrados la temperatura media de Europa durante el invierno, lo que implica, evidentemente, que algo así podría volver a ocurrir.
Los negacionistas del calentamiento global de origen humano suelen argumentar que el clima cambia de forma natural, lo cual es como negar que el cáncer mate porque también se muere de viejo. Entre las causas que se suelen esgrimir están las erupciones volcánicas. Lo cierto es que las mayores tienen la capacidad de inyectar altas cantidades de cenizas y gases en el aire. Esto aumenta el albedo o índice de reflectividad de la atmósfera, lo que conlleva que esta refleje una mayor cantidad de radiación solar hacia el espacio. Por eso, baja la temperatura del aire, incluso a escala global.
Sin embargo, la histórica erupción del Laki tuvo dos características muy distintivas: una fue su gran capacidad para liberar aerosoles y cenizas a la atmósfera y otra fue su localización, a una muy elevada latitud. Ambas cosas convirtieron esta erupción en un importante modelo para comprender la influencia sobre el clima de los volcanes situados en esas regiones, puesto que otras investigaciones han mostrado que los volcanes situados más cerca de los trópicos tienen más impacto en el clima.
Sea como sea, no conviene subestimar al volcán Laki. Su historia comenzó el 8 de junio de 1783, cuando una violenta erupción hizo que la lava empezase a fluir a través de una fisura y del cercano volcán Grímsvötn, no muy lejos del actual pueblo de Kirkjubæjarklaustur. El contacto del agua del subsuelo con el magma causó violentas explosiones y la apertura de hasta 130 cráteres. El flujo de lava acabó destruyendo 20 pueblos.
Laki atravesó un total de 10 fases explosivas que duraron hasta que finalizó la erupción, el 7 de febrero de 1784. En ese tiempo, el volcán inyectó formidables cantidades de desechos en las capas altas de la atmósfera, que se han estimado en 42.000 millones de toneladas de lava basáltica, nubes de ácido fluorhídrico y dióxido de azufre, y que llevan a que la erupción entre en la categoría de 6 (en un máximo de 8) en el Índice de Explosividad Volcánica (VEI).
La erupción acabó con el 50 por ciento de las cabezas de ganado y casi todos los cultivos de Islandia, causó la muerte de la cuarta parte de la población de la isla y aumentó drásticamente la mortalidad en Gran Bretaña. Además, Laki provocó una caída global de las temperaturas, graves pérdidas en los cultivos en Europa y sequías tanto en el norte de África como en India, a causa de los cambios que indujo sobre El Niño.
Uno de los productos más mortíferos de Laki fue el dióxido de azufre, molécula que liberó en una cantidad de 120 millones de toneladas.