China y Rusia se oponen al planeado despliegue del sistema antimisiles estadounidense THAAD en la península coreana porque pone en riesgo su seguridad nacional y desafía el equilibrio estratégico de la región.
La decisión conjunta de Estados Unidos y de la República de Corea es considerada parte de un escudo global antimisiles impulsado por Washington que sirva a la hegemonía de Estados Unidos. La acción, con el declarado propósito de proteger a la República de Corea de supuestas amenazas nucleares y de misiles de la República Popular Democrática de Corea, sin duda está dirigida hacia China y Rusia.
El sistema THAAD es inútil contra misiles de baja altitud provenientes desde el norte, pero su radar de banda X puede penetrar fácilmente los territorios de China y Rusia, a los cuales Estados Unidos considera los principales competidores de su supremacía.
Se espera que el despliegue de este sistema antimisiles provoque contramedidas y una carrera armamentista y que surja una nueva Guerra Fría en la región. Analistas rusos creen que ésta es la provocación militar más seria en años en Asia del noreste.
La confianza política se puede acabar, las prósperas relaciones económicas y comerciales se pueden desestabilizar y la seguridad regional puede deteriorarse.
Como la península coreana desempeña un papel importante en el panorama geopolítico internacional, es benéfico para los intereses de China y de Rusia mantener la paz y estabilidad en ella.
Estados Unidos no debe subestimar la determinación de ambos países para salvaguardar sus intereses de seguridad estratégica. Los dos países se están coordinando más estrechamente que nunca, lo cual servirá como base para enfrentar el reto del THAAD.
Para Washington, sus esfuerzos dedicados a un escudo global antimisiles también revelan nerviosismo por su decreciente influencia en el mundo y una falta de confianza para mantener su territorio a salvo. Sin embargo, salvaguardar su propia seguridad poniendo a otros países en riesgo es simplemente intolerable.