BEIJING, 3 ene (Xinhua) -- China y Estados Unidos han comenzado 2018 con sobresaltos, puesto que el escepticismo sobre las inversiones y el comercio chinos está afectando a Washington.
El gobierno estadounidense rechazó el martes una fusión de la empresa china Ant Financial con la empresa de transferencias de dinero de Estados Unidos MoneyGram International debido a preocupaciones relacionadas con la seguridad nacional.
No sorprende que varias empresas chinas hayan echado el freno en Washington en un momento en el que las tensiones comerciales entre los dos países están creciendo.
La afabilidad que surgió entre China y Estados Unidos en Beijing el pasado noviembre, cuando las dos partes firmaron acuerdos por valor de centenares de miles de millones de dólares, parece estar esfumándose porque la parte estadounidense insiste en la mentalidad de suma cero.
En los últimos 30 días de 2017 el gobierno estadounidense puso en marcha una investigación basada en la sección 301 sobre la propiedad intelectual y la transferencia tecnológica china, inició por iniciativa propia investigaciones sobre los productos hechos de aluminio de China y rechazó el estatus de economía de mercado del país asiático en la Organización Mundial del Comercio.
Este giro hacia una línea dura se volvió estridente cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, describió a China como un "competidor" estratégico en su primera estrategia de seguridad nacional en diciembre y acusó al país asiático de pretender acometer una agresión económica diseñada para debilitar a Estados Unidos.
¿Hay razones para ser optimistas en 2018? Se necesita con urgencia una dosis de esperanza para que las dos mayores economías del mundo naveguen por el rumbo trazado.
El primer lote de prototipos de vehículos de metro que llegarán a ser manufacturados en Massachusetts llegó a Boston unos días antes de Navidad.
El nuevo prototipo fue fabricado por una fábrica con base en China de CRRC, el mayor fabricante de vagones del país. Empezarán a producirse de forma masiva en la factoría que la empresa tiene en Springfield, en Massachusetts, para la línea naranja del metro de Boston, que es el sistema de tránsito más antiguo del mundo.
Esta historia resalta el cambio en la relación económica entre las dos principales economías mundiales: el "Hecho en China" está pasando a ser un "Hecho por China en Estados Unidos".
De acuerdo con un informe del Comité Nacional sobre las Relaciones Estados Unidos-China y el Grupo Rhodium, el empleo generado por las empresas de propiedad china en el país norteamericano se multiplicó por nueve desde 2009, hasta llegar a 140.000 en 2016.
El presidente del mencionado comité, Stephen Orlins, indicó que, durante años, las empresas estadounidenses han invertido en China, han logrado beneficios y han construido comunidades, con lo que se han convertido en sólidas valedoras de unas relaciones sino-estadounidenses constructivas.
Ante la perspectiva de un auge de China, Estados Unidos, no obstante, se siente inquieto.
China no ha dudado en dejar claro que no busca el dominio global y ha rechazado la mentalidad del juego de suma cero entre países, especialmente entre Estados Unidos y China. La cooperación es la única opción correcta para ambos.
Las argumentaciones de China no son bien recibidas en Estados Unidos. Con una desconfianza estratégica profundamente arraigada hacia China, los políticos estadounidenses no han captado la interpretación de China de la cooperación y han adoptado un planteamiento crecientemente proteccionista y aislacionista.
Cuando China propone hacer del mundo una comunidad de destino común, no distingue entre competidores y socios. En este momento, la prueba a la que de verdad se enfrentan los políticos es a la de si logran o no maximizar la cooperación y gestionar la competencia, de forma que no empeore y derive en conflicto.
La cooperación es esencial para que China y Estados Unidos gestionen sus crecientes desafíos e intereses comunes. La estrechez de miras y la rigidez llevarán a un juego de suma cero, pero a los dos les irá mejor si se unen, dado que sus intereses comunes son mayores que sus diferencias.
Los dos países están a punto de embarcarse en un viaje accidentado en materia de comercio en 2018 si el gobierno de Estados Unidos sigue su propio camino, y podrían ponerse sobre la mesa medidas de represalia por parte de China.
Pero el precio a pagar es demasiado alto para los pueblos de ambos países si el escepticismo aumenta y la tensión crece. Hacen falta serenidad y pragmatismo para que las relaciones comerciales se mantengan sanas y a salvo.