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Anuncian los siete hallazgos científicos que cambiarán el mundo

Actualizado a las 25/10/2018 - 10:21
Palabras clave:científicos,siete,hallazgos,mundo

Zach Weinersmith

Washington, 25/10/2018 (El Pueblo en Línea) - El matrimonio de científicos Kelly (profesora adjunta en el departamento de biociencia en la Universidad de Houston) y Zach (estudió física en la Universidad de San José, aunque es dibujante de cómics), en su último libro, «Un ascensor al espacio» (publicado en España por la editorial Blackie Books y nombrado mejor libro de Ciencia del año en Estados Unidos) también se adentra en el mundo del futuro con diez augurios -sobre una base científica- de lo que será la tecnología del mañana, destaca ABC.

Un ascensor hacia el espacio

Desde siempre, el hombre ha mirado al cielo con la intención de conocer sus secretos. Ya hemos conseguido visitarlo e incluso permanecer en él (gracias a la Estación Espacial Internacional), pero, ¿cuándo será posible ir de vacaciones a Marte? Antes de soñar con los viajes de recreo al espacio, queda por diseñar una forma barata de acceder a él, ya que el coste es el principal problema. «Si en 2017 el paradigma de los viajes espaciales se aleja tanto de las esperanzas despertadas en 1969 no se debe a la falta de capacidad tecnológica o científica: el problema está en que el coste de alcanzar el espacio sigue siendo desorbitado», explica la pareja de científicos.

Minería especial

«Algunos asteroides están hechos por completo de metal, como acero inoxidable natural, níquel, hierro... El más pequeño de cuantos hemos identídicado en órbita mide dos kilómetros de diámetro [...] y la cantidad de metales que en él se encuentran supera en más de 30 veces todo el metal que el ser humano ha encontrado hasta la fecha. Y es solo uno entre miles de asteroides». Estas son palabras de Daniel Faber, ingeniero aerospacial, al frente de Deep Space Infustries y quien llevó la banda ancha a la Antártida. Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, sacar estos materiales y traerlos a la Tierra para usarlos aquí no sería rentable. Pero son perfectos para establecer colonias -es decir, la vida humana fuera de la Tierra.

Fusión nuclear, la energía del futuro

Limpia, formada por elementos que se encuentran fácilmente en la Tierra y sin riesgo de provocar accidentes catastróficos, la energía de fusión -no confundir con la de fisión, que se produce en las centrales nucleares- se obtiene de la fusión dos átomos, algo muy corto de escribir pero muy complicado de obtener. Los átomos más recomendables para esta tarea son los de hidrógeno, ya que son los más pesados. El problema es que «se necesita ponerlos muy, muy, muy, muy, pero que muy juntos» para que provoquen la reacción que desencadena esta enorme energía, pero los protones de los que está hecho el hidrógeno se repelen de forma natural.

El matrimonio de científicos lo explica con este peculiar ejemplo: «Conseguir que los protones -las partículas cargadas que forman el hidrógeno- se fusionen es como lograr que aquellos dos amigos raretes se casen el uno con el otro. Si conseguimos acercarlos lo suficiente, descubrirán que están de acuerdo en considerar la segunda edición de "Advanced Dungeons and Dragons" como la mejor. Se enamorarán tanto que nunca más se separarán. Pero hasta que no los tengamos el uno al lado del otro, ni siquiera cruzarán las miradas».

La materia programable

«Vivimos en un mundo computacional, donde el software es reprogramable [...] La materia programable supone hacer lo mismo con el hardware -equipos físicos- [...] Si quieres un teléfono móvil más moderno, hay que ir a comprar un objeto físico. Podemos imaginar que en el futuro el objeto que ya tenemos podrá reconfigurarse por sí mismo para transformarse en el nuevo modelo. A eso aspiramos», explica entusiasta Erik Demaine, científico del MIT. De momento, se están llevando a cabo experimentos como el origami robótico, que pliega el papel para crear formas a partir de unos comandos de ordenador; las casas reconfigurables, que se adaptan a las necesidades del lugar y de sus habitantes; o robots modulares que pueden superar zanjas después de detectar el peligro de caerse.

Biología molecular: riñones en cerdos

Utilizando esta nueva disciplina, nuestra especie ha conseguido combatir enfermedades como la malaria, modificando genéticamente mosquitos; diagnosticar y tratar afecciones gracias a bacterias modificadas para que brillen cerca de tumores; crear combustibles vegetales mucho más limpios; incluso hemos «fabricado» unas tijeras que son capaces de cortar ADN y «pegar» nuevas moléculas en un organismo vivo. La biología sintética ha llegado tan lejos que puede transplantar órganos en diferentes especies y convertir en «incubadoras» de órganos a otros seres vivos. «La próxima vez que veáis un cerdo, intentad visualizarlo como una empresora 3D de riñones en lugar de un plato de beicon», advierten.

Bioimpresión y «lonchas» de células

La impresión 3D de órganos es una tecnología de la que lleva hablándose un tiempo. Pero, ¿en qué punto nos encontramos y hasta dónde cabe esperar que llegaremos? «Hay muchos métodos de bioimpresión 3D. Las dos más habituales son por extrusión y mediante láser», señalan los Weinersmiths. El principal problema de esta técnica es que solo hemos sido capaces de imprimir «lonchas» de células de un milímetro de grosor(«que pueden hacer cosas increibles», apuntan los científicos, como probar medicamentos en tejido humano sin poner en riesgo a ningún humano), por lo que nuestro siguiente paso antes de conseguir órganos enteros complejos -y hay de muchos tipos- es imprimir vasos sanguíneos.

Programar el cerebro como una computadora

Se trata de un aprendizaje que graba físicamente en el cerebro los conocimientos, por lo que se abre la siguiente pregunta: ¿podemos «programar» el cerebro igual que una computadora?

El escollo principal es que aún no sabemos del todo cómo funciona el cerebro. Desde colocar un casco con electrodos en el cráneo a clavar una especie de «agujas» en el interior del órgano, las formas de mapear lo que pasa por «el kilo de masa blanda que tenemos entre las orejas», señalan los científicos.

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