Una vez más, en su reciente libro blanco de defensa, Japón ha acusado descaradamente a China de poner en riesgo la paz y estabilidad regionales y ha insistido en la supuesta "amenaza de China" en beneficio de su propia agenda derechista.
Conforme la administración Abe conduce cada vez más a la derecha a la política de seguridad de Japón, la reconstrucción del país como una potencia militar es vista con horror por los países vecinos que recuerdan el pasado.
El nuevo documento de defensa adopta un tono de confrontación incluso más fuerte en comparación con los previos, y acusa a China de "cambiar el statu quo basándose en su fuerza" y expresa una "gran preocupación" por las actividades de China en los mares Oriental y Meridional de China.
Si la historia en realidad es un espejo, entonces, seguramente ese espejo refleja el reciente historial de Japón de provocar problemas y enemistad regionales donde y cuando puede. Si existe alguna intromisión en el statu quo, es fácil ver que Japón es el entrometido.
En 2012, Tokio avivó las tensiones en el Mar Oriental de China a través de la evidente farsa de la "compra" de las Islas Diaoyu. Buques y aeronaves de guerra fueron enviados a las aguas y cielos de las islas para hostigar a embarcaciones y aviones chinos que transitaban para llevar a cabo actividades legales.
En el Mar Meridional de China, Japón, lejos de ser una parte interesada, no puede dejar de interferir en el asunto y acusa a China y azuza a partes muy lejanas que también buscan intervenir en la disputa.
Después, en abril, Japón envió buques de guerra a Filipinas, quizás como un "agradecimiento" directo para el espurio arbitraje del Mar Meridional de China, poniendo al descubierto sus intentos de incrementar la presión sobre China.
La administración Abe ha alterado la estabilidad de Asia Pacífico e inventado amenazas de seguridad con el único propósito de justificar su movimiento hacia la derecha: una acción militarista que incluye, pero no se limita, a facilitar el comercio de armas, un control civil más débil sobre el ejército y estos controvertidos proyectos de ley de seguridad.
El libro blanco de este año recurre mucho a la "constitucionalidad" de las nuevas leyes de seguridad de Japón, la base legal para que el ala derechista controle la defensa japonesa.
Japón habla de "preocupación" y "vigilancia" sobre el desarrollo militar de China y lo ha hecho así en sus documentos anuales desde 2005. Después de la nueva legislación de seguridad del año pasado, Japón ha asumido un enfoque más proactivo, más agresivo de condena y desafío directo a China.
Abe y sus socios de coalición están acelerando claramente sus intentos de reescribir la Constitución antes de que concluya su periodo en 2018. Las leyes que permiten a Japón intervenir en conflictos armados en ultramar, incluso si Japón no es atacado ni amenazado, entraron en vigor en marzo. La administración Abe se está aproximando cada vez más a su sueño de sustituir la Constitución pacifista del país con un tipo diferente de Constitución.
La fantasiosa "amenaza de China" y las tensiones en la región son las mejores excusas para políticas militares y de seguridad agresivas que Tokio puede urdir.
Siete décadas después de la Segunda Guerra Mundial, Japón se encuentra en una coyuntura crítica: continuar su camino pacífico o regresar al militarismo con todos los temores y tensiones que eso generará a la región.
Todos y cada uno de los miembros responsables de la comunidad internacional deben permanecer vigilantes. Esta paz y estabilidad se han logrado con enormes esfuerzos. Su pérdida sería aún más dura.